Intro

Creo que el arte es mezcla de tráfico de experienciasy último refugio de la magia con una cierta otra cosa que ni siquiera intento definir. Desde ese lugar (al que podría llamar saber elemental) genero acciones artísticas que dejan huellas. Así como no puedo evitar cuestionar la división cuerpo / espíritu (?), también creo que mi reptar de disciplina en disciplina (de la escultura al spokenword pasando por la acción, el video y la instalación) es mi manera de dinamitar la división que se trata de imponer entre ellas, inexplicable modo de adiestramiento. Creo que el mismo movimiento se da entre los materiales que elijo para trabajar: del plástico al hueso, en el inter-medio, la carne y el fuego y luego, tejer las excrecencias vegetales. Más allá de la muestra específica del mismo nombre, la suspensión aparece hoy como algo más general en mi estar siendo artista (y en mi vida, claro) porque alude justamente a lo que es/está simultáneamente vivo y muerto, arriba y abajo, pulcro y hediento, humano, animal y divino y que replantea la oposición de estas categorías. Y esto es para mí motor: la existencia de una subversión sistemática de mí mismo, un cierto carácter viral del hacer, una búsqueda justiciera que aúlla: mi máscara es mi rostro.

Juan Miceli, 2012

martes, 22 de abril de 2014

Reseña Muestra Juan Miceli 2014_por Sibila Camps

De Nuestras Bocas Solo Sale la Verdad _por Sibila Camps 

Como soy lega en artes plásticas –y más aun en expresiones contemporáneas–, necesité de un empujoncito, de una explicación/introducción de Juan Miceli, para comenzar a ver alusiones y a imaginar recorridos creativos en su muestra-instalación De nuestras Bocas sólo sale la Verdad. Que no sé si son los correctos, pero a mí me sirvieron para divertirme, para jugar. (En ese sentido –sé que diré una perogrullada–, cada obra de arte se completa una y otra vez en y con quien la observa).
La palabra clave es dual. O dicotomía. Así, casi todas las obras, lejos de ser unívocas, ofrecen dos opciones. ¿Cara o máscara (es decir, menos cara/rostro)? ¿Adentro o afuera? ¿Devora o expulsa? ¿Ingresa o sale? ¿Trepa o cae? ¿Va hacia la izquierda, o hacia la derecha?
Son máscaras, sí, las suspendidas y colgadas en el sector de ingreso a la sala; pero además es el rostro del propio autor. Repetido con idénticas facciones e inexpresiones en diferentes tamaños; pero con variantes en y desde la boca. Vómito de pelos interminables. De cintas de video. De hilos. De cadenas. De sogas de cuero. ¿Vomitados… o engullidos?
Esa dualidad también se plasma en uno de los dos videos que forman parte de la muestra, en especial en el fragmento que Miceli intituló “Mi tráquea es mi alma”, a partir de un estudio médico de deglución: algo indeterminado es ingerido y tragado, y desaparece. Y al mismo tiempo, ese interior de Juan Miceli se transforma en un afuera, expuesto en una pared. Otro tramo del video evoca órganos internos de un cuerpo, acompañados por sonidos de metabolismo de monstruo acuático; pero en realidad, son los movimientos voluntarios del artista, por debajo de un plástico negro, un debajo que es también un adentro.
La dualidad divertida, más sutil, se conjuga en las obras elaboradas a partir de hojas de palma. En ellas, Miceli conjuga la bastedad del material, con el lujo –falso– de la ornamentación con bisutería, un aderezo que, se trasunta, a él mismo lo ha entretenido. Por otra parte, la mayoría de las piezas de esa serie juegan entre sí, de a pares quizás antagónicos: hembra y macho, ancho y delgado, exuberante y magro.
Un espacio importante ocupa –textualmente– la instalación de lo que Miceli considera “la garra”, engarzada con un ancho flujo negro que cuelga desde el cielorraso. “Petróleo”, lo piensa su autor Y ese flujo –que, una vez más, sube o baja, va hacia la izquierda o hacia la derecha–, convierte a la garra en el esqueleto de un árbol arrasado por un incendio.

Si bien la muestra-instalación tiene diferentes áreas bien definidas, cada una va engarzándose con alguna de las demás por algún elemento. Lo es el flujo negro –las cintas de VHS–, que Miceli asocia con la contaminación, o sea, con la mugre. Lo son las astas y cuernos, que asimilan a máscaras las obras en palma. Lo son las cadenas y cadenitas, rotas en las máscaras, pero conectadas en las piezas en palma. Y lo son las bocas o, mejor dicho, las fauces. Porque a partir de los dibujos de animales salvajes  y hombres en igual estado, las bocas abiertas, las que tragan o escupen, pasan a tener otro significado. ¿Cuál? El que cada persona que observa es capaz o se anima a darle. “De nuestras bocas sólo sale la verdad”, tituló Miceli la muestra. La verdad es siempre relativa, tan relativa como el arte. Miceli la practica: expone y se expone. En cuanto al “nuestras”, es un plural mayestático.









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