Intro

Creo que el arte es mezcla de tráfico de experienciasy último refugio de la magia con una cierta otra cosa que ni siquiera intento definir. Desde ese lugar (al que podría llamar saber elemental) genero acciones artísticas que dejan huellas. Así como no puedo evitar cuestionar la división cuerpo / espíritu (?), también creo que mi reptar de disciplina en disciplina (de la escultura al spokenword pasando por la acción, el video y la instalación) es mi manera de dinamitar la división que se trata de imponer entre ellas, inexplicable modo de adiestramiento. Creo que el mismo movimiento se da entre los materiales que elijo para trabajar: del plástico al hueso, en el inter-medio, la carne y el fuego y luego, tejer las excrecencias vegetales. Más allá de la muestra específica del mismo nombre, la suspensión aparece hoy como algo más general en mi estar siendo artista (y en mi vida, claro) porque alude justamente a lo que es/está simultáneamente vivo y muerto, arriba y abajo, pulcro y hediento, humano, animal y divino y que replantea la oposición de estas categorías. Y esto es para mí motor: la existencia de una subversión sistemática de mí mismo, un cierto carácter viral del hacer, una búsqueda justiciera que aúlla: mi máscara es mi rostro.

Juan Miceli, 2012

jueves, 30 de junio de 2011

invocando el V E R A N O E T E R N O_instalacion Miceli 2011

reseña ramona: Invocando las fuezas eternas por Karen Dubilet

“Los artistas no suelen ver ninguna cosa como es sino más plena, más simple, más fuerte; para esto tienen que disfrutar de una especie de juventud y de primavera, de una especie de embriaguez habitual en la vida”

Friedrich Nietzsche


La nueva instalación de Juan Miceli acaba de irrumpir -literalmente- en pleno centro porteño. El espacio que alberga su nuevo trabajo resulta ser esta suerte de ventana a otra dimensión que es el Patio del Espacio Cultural del Itaú.
Una vidriera que por sí misma plantea varios desafíos. Sabemos que las instalaciones encarnan de alguna manera la indiscernibilidad obra-espectador, donde el espectador no está ya del otro lado de la escena sino que pasa a ser parte constitutiva de ella. Pero Invocando el verano eterno desafía esta convención ya legitimada para jugar en los límites. Es instalación, pero al mismo tiempo el vidrio que nos separa de su esfera, nos expulsa indefectiblemente afuera del rito que Miceli reanuda desde/con/a través de/ sus criaturas.
Juan, especie de interlocutor performático, deja entreabierta la puerta por donde acechan sus seres que viajan en el tiempo, que lo utilizan como medium para emerger de las profundidades, dar luz y volver a sumergirse hasta nueva invocación.
Lo interesante de Invocando es que pone en escena toda la performance de este trance artístico -que tantas resonancias de Nietzsche traen hasta mí-, desde las imágenes de Miceli cubierto de barro hasta la materialización de los seres que llegan con mensajes de esta naturaleza devoradora que todo lo consume y transforma. La marca Miceli una vez más como sello de un lenguaje propio, pero que se intuye en esta oportunidad como un desafío más introspectivo.


Se entiende que la apuesta es, tal como reza el texto escrito por la curadora de la muestra, dejar de lado el entendimiento, colocarlo en un plano accesorio. También se podría pensar en la posibilidad de acordar nuevamente con Nietzsche cuando se oponía a Hegel cuando éste último aceptaba la posibilidad de conciliación Idea-forma y el primero prefería afirmar: “…no existen hechos, sino sólo interpretaciones…” Seguramente, frente a Invocando el verano eterno resta eso, tan simple y complejo a la vez: detenerse frente a la pecera, pegar la nariz, atravesar mentalmente el gran vidrio y compartir el rito que se renueva minuto a minuto, con cada persona que lo reactualiza.

foto Marcelo da Silva
reseña + galería de imágenes: http://www.ramona.org.ar/node/37023
blog_verano_eterno http://invocandoelveranoeterno.blogspot.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario