Tal vez porque siempre tuve problemas de conducta (aunque me sacaba MB en aseo y presentación), en mi océano mental los cables son venas, la textura del plástico derretido me muestra tejido vivo, los muñecos son monstruos, los circuitos son carne y los botones extraños son piedras preciosas.
Llegué a la escultura, a través de la indumentaria (soy diseñador UBA) construyendo prendas que conservaran el cuerpo aún cuando ya nadie las usara: así surgieron armaduras de malla de alambre recubiertas de plástico pet sopleteado con fuego, corsés de plantas artificiales y espejo retrovisor.
Luego , mientras me alejaba del diseño y me acercaba al arte, prescindí de la moldería y de la ausencia de cuerpo, pero en ese retorno del cuerpo a mi obra, nada era como antes. Se haya ido donde se haya ido, el cuerpo volvió a mí mezclado con otras formas: el cuerpo-máquina / el cuerpo-animal que supimos ser / el cuerpo-ciencia, que puede alterarse, mutarse, intervenirse. Tuve ima-genes de hombres con cabeza de ciervo y tentaculos industriales por extremidades. Me pregunté seriamente que era el nylon para mi, que representaba en mi mundo.
Sin duda representa el artificio, el objeto “maligno” del que habla Baudrillard. Es la condensación de nuestro anhelo en el que se mezclan todos nuestros temores y ambiciones: el reemplazo de las fibras naturales, la obsesión por las superficies fácilmente limpiables, el aprovechamiento total de los recursos (y por lo tanto, su jaqueo), y por ultimo pero no menos importante, la polimerización máxima: todos somos all nylon
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